Introyección
Una vez que ya me encuentro arrodillada en el suelo en una posición de súplica, permítanme mantener esta postura mientras viajo en el tiempo hasta tres años atrás, al momento en que toda esta historia comenzó. En ese instante, también me encontraba en esa misma posición: de rodillas en el suelo, rezando. Sin embargo, todo era diferente en relación con la escena de hace tres años. En aquella ocasión, no estaba en Roma, sino en el baño del piso superior de la gran casa en las afueras de Nueva York que acababa de comprar con mi esposo. Eran alrededor de las tres de la madrugada en un frío noviembre. Mi esposo dormía en nuestra cama. Me encontraba escondida en el baño por lo que sería la 47ª noche consecutiva, y, como en todas esas noches anteriores, lloraba con fuerza. Mis lágrimas y mocos formaban un gran charco delante de mí en los azulejos del baño, un lago creado por toda mi vergüenza, miedo, confusión y dolor. No quiero seguir casada. Trataba de evitar admitirlo, pero la verdad...