El sueño de vivir sin trabajar

Iba caminando por Avenida Corrientes y al pasar por la vidriera de Cúspide vi la tapa de este libro. Entré y lo compré. Sin preguntar. Con sólo leer el título ya me sentía en sintonía con su contenido, cualquiera fuera.
El sueño de vivir sin trabajar es un relato de personas que intentan crear movilidad económica con metodologías que, al parecer, no estarían corriendo bajo los estándares tradicionales de lo que la gente llama “trabajo”.
El libro es un estudio de personas que utilizan diversas estrategias de «autoayuda» para mejorar su situación económica. Esto puede incluir la lectura de libros de autoayuda, la formación de clubes de emprendedores y, curiosamente, juegos de mesa como el “Cashflow” que enseñan las habilidades que uno necesita para manejar un negocio.
Desde un costado teórico, la lectura es interesante porque es una contribución a un género que se podría llamar «estudios del yo bajo el capitalismo». La frase viene de Foucault a quien Fridman cita constantemente. La idea es que las personas tienen un conjunto específico de actitudes y creencias sobre la naturaleza del éxito y la libertad. Lo interesante de estas páginas es la manera en que estas ideas son moldeadas y remodeladas a través de estas actividades de autoayuda. Normalmente, uno pensaría que estas actividades son poco interesantes y frívolas, pero revelan cómo la gente entiende la naturaleza del éxito y lo que los individuos pueden hacer para abordarlo. Yo estoy totalmente convencido de que el dinero sólo sirve para comprar tiempo, porque con el tiempo de nuestro lado tendremos más creatividad (algo que mi papá llama “ocio creativo”), más salud, más vida social y mejores resultados en cualquier cosa que emprendamos. No se puede perder el tiempo trabajando.
Con respecto a los libros de autoayuda financiera quiero decir que a mí me encantan. A diferencia de lo que la gente cree, ninguno de ellos ofrece fórmulas simples para hacerse rico rápidamente, lo que hacen, es sugerir a los lectores que podría haber algo fundamentalmente errado en el núcleo de quienes son como “personas generadoras de valor” y les advierte que deberán soportar un proceso de autotransformación prolongado y difícil para corregirlo. La Generación Z y los Millennials vienen preformateados de esta manera, y es por ello que a algunas personas les cuesta entenderlos, aceptarlos y acaso… darles la razón.
Entonces, ¿qué aprendemos con esta etnografía? Unas cuantas cosas. En primer lugar, desde un punto de vista muy básico, es que extraer el éxito económico de un sistema de mercado requiere habilidades muy específicas que muchas (¿la mayoría?) de las personas no tienen. Cuántas veces me preguntaron: “si no te contrata nadie, no tenés clientes ni tenés ningún patrón ¿de dónde sale la plata que ganás por internet?. Tal vez una lección para los docentes es que los futuros actores económicos deben ser entrenados de una manera más específica. Para mí, la formación en cultura financiera debiera ser algo tan básico como el dominio de idiomas, programación, ecología y sexualidad. En segundo lugar, aprendemos cómo se aplican las lógicas del mercado al comportamiento individual, lo que el autor del libro llama la construcción de un yo neoliberal. Personalmente detesto la palabra «neoliberal», pero aquí lo dejaré pasar porque el autor no lo dice con el carácter peyorativo con que usualmente lo utilizamos. Comprender cómo la especulación bien entendida y orientada al mercado se aplica a la vida diaria y cómo transforma el yo es un tema que vale la pena tratar de entender.
Encontré el libro bien escrito y atractivo. Creo que a cualquier persona interesada en estos temas, a los estudiosos de la iniciativa empresarial y a los sociólogos de la cultura les gustará esta lectura. También creo que es interesante para aquellos que tan felices promueven la cultura del trabajo tradicional pero no dejan de preguntarse: ¿cómo es que hay gente que trabaja poco y gana más?