Esmeraldas

 Es llamativo el aspecto que tiene una esmeralda antes de pasar por todos esos procesos que la transforman de una piedra verde y opaca a un anillo hermoso y brillante que alguien lucirá en sus falanges.

Es como una piedra gris, aburrida, sin nada de brillo.

Hay que ser un experto para no confundirla con cualquier otra piedra o cristal común.


Una vez escuché la historia de un tipo que se pasaba los días buscando esmeraldas en un río que salía de adentro de la montaña.


El río arrastraba las esmeraldas desde lo más profundo de la tierra y las dejaba en el lecho del río, en los recovecos de las piedras.

Así que, de vez en cuando, algún buscador tenía la suerte de encontrar una esmeralda y hacer una pequeña fortuna.


El proceso era sencillo.

Cada día, el tipo se sentaba en el río, donde el agua arrastraba las piedras y las esmeraldas desde las profundidades. Se concentraba en las que brillaban un poco más bajo el agua.

Las sacaba, las secaba para ver si tenían ese verde tan característico, y las tiraba otra vez al agua.

Así, una y otra vez. Las sacaba, las secaba, las volvía a tirar.

Cientos de veces al día.


Hasta que un día, sacó una esmeralda enorme del río.

La sacó, la secó y la tiró de vuelta al agua.

¿Qué pasó?

La costumbre. Como ya se había acostumbrado a no encontrar nada de valor, el día que encontró la esmeralda más grande y más brillante, no la reconoció y la dejó ir.


A veces me pasa lo mismo que al buscador de esmeraldas. Me acostumbro tanto a la rutina, a la búsqueda constante y a la decepción de no encontrar lo que espero, que cuando realmente encuentro algo valioso no lo sé reconocer. Puede ser una persona nueva, alguien que podría enriquecer la vida de una manera impensada, pero la costumbre de no encontrar lo que deseamos nos hace dejarla ir sin darle la oportunidad que merece.


El riesgo está en estar tan centrados en las expectativas previas o en los desengaños pasados que perdemos la capacidad de valorar lo que realmente tiene perspectiva. Cada persona que conocemos es una esmeralda en potencia: un ser único, con historias, experiencias y cualidades que podrían hacernos más ricos en lo emocional, en lo espiritual y en lo intelectual. Sin embargo, si no aprendemos a apreciar ese brillo desde el principio, corremos el riesgo de dejarlas ir, tal como hizo el amigo explorador. 


Pero también está la otra, la que me pasó hace poquito. Le di la chance a una relación nuevita. Bajé el umbral de expectativas y me abrí conscientemente para ver si tenía brillo. Pero no, al zarandearla tres veces, al lavarla y volverla a lavar, vi que no era una esmeralda sino una dura piedra de río con los cantos bien rodados.


Adieu!

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