Cada día y un poco de hoy
7:11 am
No aspiro a lo mejor; aspiro a “casi” lo mejor. Me concentro y pongo todo mi esfuerzo en alcanzar la excelencia, pero justo un instante antes de llegar, suelto el acelerador. Dejo que el impulso me lleve al puerto de destino. Es como un gráfico en forma de campana: tras el clímax, solo queda descender. Y descender nunca me resultó agradable.
8:30 am
Llego puntualmente a la escuela. Tengo responsabilidades que me pesan, aunque todos insisten en que este servicio no debería agotarme. Pero cada semana siento más miedo al verme en el espejo. Cuanto más tiempo permanezca mi sonrisa, más temo que se vuelva imposible sostenerla. Me aterra que un niño sienta que no le doy lo suficiente. Aunque lo que más me asusta es que pueda ser verdad.
11:20 am
Sobreestimamos cuánto tiempo tenemos. Nunca podemos medirlo con precisión, aunque nos engañemos pensando que somos lo suficientemente rápidos. Trabajamos con la idea de que el tiempo nos sobra, pero las cosas pueden cambiar en un suspiro. A veces, miramos atrás y nos asombramos de cuánto se nos ha escapado sin darnos cuenta. Tomo medio litro de mate amargo.
11:45 am
Camino hasta el supermercado y a medio camino veo una lata triangular en el suelo. Me intriga cómo llegó hasta ahí, pero no me detengo. Parece un objeto insignificante, aleatorio, con su propio propósito para estar junto al camino. Sin embargo, mi mente divaga. Pienso que las cosas pueden ser más de lo que aparentan. Observo las casas y me pregunto por los colores y las vidas que hay bajo sus techos. Veo los autos y pienso en las manos que los construyeron, en las ideas que ensamblaron cada pieza. Me angustia pensar en la angustia que sintieron esos trabajadores cuando estaban trabajando, o no.
15:12 pm
Tomo coraje y salgo nuevamente, hoy toca gimnasio. En el camino hago un stop para comprar chocolate. Me encuentro buscando pequeños placeres, esas indulgencias mínimas que a veces son las más gratificantes. La crema de crema de menta en mi boca suaviza una amargura inexplicable, una soledad punzante. Es como si algo tan simple pudiera compensar, aunque sea por un momento, lo que me falta por dentro.
16:15 pm
Hay un dolor en mi pecho que no logro explicar. Si presiono con un dedo, responde con un puñal; si no lo hago, se queda ahí, persistente, como si mi cuerpo pidiera liberarse. Es un dolor como cualquier otro, uno que va y viene, pero este parece más profundo, como si proviniera de mi alma misma. “Hiciste un mal esfuerzo”, me digo, aunque íntimamente sospecho que si me hubiera esforzado un poco más, no lo tendría.
17:44 pm
A mi alrededor, la gente sonríe y juega, ajena a mi soledad. Me recuerdan mis deberes, y discutimos sobre los suyos. Un lugar que antes me traía paz a veces se convierte en un peso, un ruido sordo que no consigo ignorar. Hace demasiado calor, es demasiado ruidoso y hay demasiadas personas. Mis pensamientos divagan, y mi corazón, inquieto, parece querer escapar. No sé si la respuesta está afuera, adentro, o en el vacío.
19:52 pm
Trato de existir, de aceptar cada día como viene y que se vaya como fué. Hoy, soy más consciente de mi propia existencia. En lugar de juzgarme, intento aceptar todo lo que me compone: lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo. Me pregunto si algún día sanaré o si simplemente aprenderé a convivir con el dolor, sin permitir que me ahogue. La vida tiene sus placeres, pero también su cuota de aspereza, siempre equilibrando la balanza.
20:40 pm
Hora de cenar. Planifico para dar forma a mis intenciones, para elegir lo que nutre y lo que satisface. Cocino para transformar esos planes en algo tangible, poniendo esfuerzo, tiempo y creatividad. Y como, no solo para alimentar mi cuerpo, sino también mi alma, celebrando el presente y el resultado de mi dedicación. Es un ritual que nos conecta con el presente, con lo esencial y con nosotros mismos. Bebo un poco de vino tinto con dos hielos.
21:35 pm
Estoy aquí, pero mi mente viaja lejos, nadando entre recuerdos. No puedo recordar quién era antes de todo esto. A veces, me pregunto si realmente fui algo o alguien. Con el dolor viene aún más pérdida. Respiro y rezo unos diez minutos para alejarme de mi mente. Duermo.
06:03 am
Abro los ojos y le sonrío al techo. Creo que eventualmente aprenderé, aunque procuraré darme prisa. Aprenderé a vivir, a abrazar cada día, cada momento, como único, en lugar de esperar la próxima hora, el próximo mes o el próximo año. Sobreestimamos cuánto tiempo tenemos, cuando en verdad, nunca sabemos cuánto nos queda.
Adieu!