Estado de bienestar

 Ayer estuve recorriendo la librería Yenni de mi ciudad. Como los libros de ficción (novelas y cuentos) los tomo prestados de la biblioteca pública, a las librerías solo voy para buscar libros sobre negocios, filosofía, psicología, marketing, en fin, todo lo relacionado estrictamente a la no-ficción. Esta vez, me sorprendió la terrible cantidad de libros que parecían estar enfocados en los problemas más básicos de la vida: cómo llevar una dieta sana, cómo hacer ejercicio, cómo tener amigos, y naturalmente… cómo ser feliz.

Lo curioso es que, a pesar de que estos libros están por todos lados y la gente los lee, parece que los argentinos insistimos en no estar felices, sanos o conectados. Yo mismo solía leer mucho este tipo de libros, y ahora que lo pienso, me doy cuenta de cuánto tiempo desperdicié tratando de mejorar mi vida sin enfrentar los problemas de fondo.


No es que no haya libros de autoayuda que valgan la pena. Los hay. Pero me parece que ya es hora de aceptar que muchos de los problemas que intentamos resolver con estos libros no pueden arreglarse solo a nivel personal.


Por ejemplo, no podés tener amistades más profundas si vos y tus amigos no tienen tiempo para verse. No podés pensar en una jubilación tranquila si la mitad de tus ahorros desaparecieron en tres o cuatro meses de inflación, o si ni siquiera tenés ahorros. Y, al final del día, si terminás tan cansado que lo único que querés hacer es tirarte en el sillón y mirar Netflix, difícilmente podés unirte a un club de lectura, salir a correr, o aprender un hobby nuevo.


Es cierto que un nuevo entrenamiento, una dieta “limpia” o meditar pueden ayudarte a estar más sano, pero si el ambiente en el que vivís no es saludable, no hay mucho que se pueda hacer. Ninguna cantidad de terapia o rezos puede eliminar el estrés de un viaje diario de dos horas, la falta de cuidado de los hijos, una pila de deudas, o la soledad. Mejorar nuestras ciudades y pueblos haría mucho más por nuestra salud física y mental que cualquier libro de bienestar.


La verdad es que la felicidad y la salud no se dan por casualidad. Son el resultado de la cultura en la que vivimos. En ese contexto bien vale la pena recordar la idea de Sartre, ¿no es cierto? que dice algo así como que "somos lo que hacemos con lo que han hecho con nosotros"...


A fines del año pasado, mientras promediaba el desangre que estaban ocasionando las elecciones presidenciales, leí “El Año de Vivir Danés” de Hellen Russell, para entender cómo sería irse al carajo, mudarse a otro país, en caso de las cosas se pusieran demasiado heavy. Por suerte no fue así, pero igualmente pondría este libro en la lista de autoayuda que realmente vale la pena. Hellen y su marido, embolados de su vida en Londres, decidieron probar suerte en Dinamarca cuando al tipo le ofrecieron trabajo en la fábrica de Legos, la de los ladrillitos.


Los daneses son conocidos por ser de los más felices del mundo, y Russell (y yo) quería entender por qué. El libro está buenísimo y lo recomiendo. Te da una perspectiva global que uno no acostumbra mirar. Por ejemplo, algo que me impactó, fue descubrir que los daneses tienen expectativas muy altas de su gobierno, y que el gobierno trabaja mucho para cumplirlas.


En Dinamarca, el gobierno te garantiza prácticamente todo: atención médica, educación básica y superior, guarderías, un año de licencia por maternidad y paternidad, seguro de desempleo que cubre el 80% del sueldo durante dos años, y más días de vacaciones pagas en un año de los que muchos argentinos podríamos soñar. Incluso, el gobierno se preocupa por diseñar espacios públicos que hagan a la gente más feliz, entendiendo (correctamente) que el entorno afecta el bienestar.


Los daneses también tienen la semana laboral más corta entre los países de la zona, de solo 34 horas. Russell nota que mientras en países como Estados Unidos se matan por ganar más dinero, los escandinavos luchan por tener más tiempo para la familia, el ocio, y un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal.


Trabajar mucho no es visto como un símbolo de estatus en Dinamarca, sino todo lo contrario. Por ejemplo, acá, quedarse en la oficina hasta las 8 de la noche o responder un email a medianoche es, para muchos, sinónimo de eficiencia, pero en la cultura laboral danesa, eso muestra que no sos capaz de hacer tu trabajo en el tiempo disponible.


Aunque parezca joda, en una encuesta, el 57% de los daneses dijeron que no renunciarían a sus trabajos aunque ganaran la lotería. Parece que en Dinamarca, la gente realmente disfruta de su trabajo, pero no deja que sea el centro de su vida. Esto tal vez sea porque eligen trabajos que les gustan, y no porque necesiten un sueldo alto para vivir bien. Allá, tener más plata no cambia mucho la cosa.


Además, la cultura danesa fomenta la conexión social. La mitad de los daneses hacen voluntariado y la mayoría son miembros de clubes. El promedio es de casi tres clubes por persona. Y el gobierno pone instalaciones gratuitas para que los muchachos se reúnan.


Después de tan solo un año en Dinamarca, Hellen ya se daba cuenta de que era más feliz. Los problemas que en Londres parecían insuperables ya no existían. Incluso, quedó embarazada sin buscarlo, algo que en Londres le había costado mucho por el estrés. “Vivir en Dinamarca es más simple que mi vida anterior en Londres,” decía. “Quizás no es tan emocionante como vivir en una gran ciudad, pero sin duda es mucho más feliz”.


Pero bueno, el precio de toda esta felicidad son impuestos altos, del orden del 57%. En Argentina estamos acostumbrados a la superposición de impuestos y la distorsión que provocan a todo nivel, pero visto como lo ven ellos, parecería ser un precio razonable por el bienestar que obtienen. Aunque conozco mucha gente en Argentina que no piensa igual. Creen que la felicidad se encuentra en el individualismo y en arreglárselas por cuenta propia, aunque está claro que, al menos por ahora, esto tampoco estaría funcionando.


Aunque muchos piensen que Dinamarca es socialista, en realidad es un país capitalista, pero con un capitalismo muy distinto al nuestro. Acá, el liberalismo parece estar en una etapa de aniquilación, sin ninguna consideración por la moralidad, la empatía o el bien común (datos, no opinión).


No estoy diciendo que Dinamarca sea la panacea, es más, solo hablo por boca de ganso, pero al mirar lo que allá funciona, podemos ver que hay alternativas a cómo vivimos, y que la felicidad y el bienestar no tienen nada que ver con lo que nos están queriendo mostrar.


Quizás no estés de acuerdo con esta forma de verlo; y muchas veces yo mismo entro en contradicciones; de hecho soy agente de bolsa (y más liberal que eso no se encuentra). Lo único que me animo a cuestionar es por qué aceptamos tan poco de nuestros gobiernos y de nuestra sociedad, cuando en otros lugares la gente espera y recibe mucho más.


Adieu!

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