Ideas para participar de un concurso

 Anoche escuché un podcast donde el entrevistado se quejaba de las modernidades que nos afectan, como los celulares, las computadoras, los smartwatch y todo eso. Mientras oía la entrevista, imaginaba cómo hubiera sido la charla de haber ocurrido un siglo antes, con la aparición de la moderna máquina de escribir y su poderosa ráfaga de letras.

Fue en una de esas máquinas donde aprendí a usar el teclado, posicionando todos los dedos de las manos en las enormes teclas, que eran el doble del tamaño de mis deditos. Cu - u - e - ere - te, y luego pe - o - i - u - y, según la técnica de repetición que me hacía practicar mi vieja (gracias ma, pocas cosas me sirvieron en la vida tanto como eso).

El entrevistado del podcast resaltó que prefiere las cosas a la antigua. Cuanto más conoce las decisiones modernas, más aprecio siente por las buenas y viejas costumbres. Puse una minúscula sonrisa en mi rostro, una tradición que se me repite de vez en cuando. Algunas personas llaman a eso conservadurismo; yo lo llamo pereza para adaptarse, salir de la zona de confort y actualizarse.

La queja del momento es sobre el uso cada vez más frecuente de las pantallas. La hija del entrevistado, que está en séptimo grado, casi no usa papel en las clases. El tipo se quejaba incluso de que las pruebas se realizan en la moderna netbook proporcionada por la escuela. En casa tiene celu y notebook personal, un regalo de cumpleaños, un pedido de la niña que su padre concedió. Una versión moderna y actualizada de lo que mis viejos hacían conmigo cuando les pedía un Topolín.

Mi primera notebook la pude comprar en 2006. Hace poco pagué la última cuota. Antes de eso tuve una PC común y silvestre, pero yo quería una notebook a toda costa, aunque no tuviera la necesidad de llevarla ni siquiera de la cama al living. No tardé en adaptarme a ella y a sus hojas de cálculo y procesador de textos. Hizo mi vida mucho más fácil y más feliz... o al menos eso creía yo. Como dijo Kant, "La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación".

Durante los últimos 20 días estuve muy dedicado a escribir cuentos. Mi idea es participar en algunos concursos internacionales y ver qué pasa. 

El entrevistado cree que escribir en papel hace toda la diferencia al producir un texto y que la fría compu nos roba algo de humanidad. Pensé en los seis cuentos que escribí en estos días, todos fueron escritos en mi pequeña notebook y ya se encuentran presentados. Aún me cuesta entender que obras como Los Hermanos Karamazov hayan sido escritas de un tirón y de puño y letra. ¿Cómo hacían para no cortar los párrafos y poder cambiarlos de sitio?, para corregir los tiempos gramaticales y para modificar la sintaxis y ortografía con una pluma a sin liquid-paper?

En este preciso instante, por ejemplo, estoy escribiendo en Keep, una aplicación de Google que te permite abrir y editar cuadritos de texto en cualquier lugar, incluso en el celu, que uso cada vez más por estar siempre al alcance de la mano. Muchísimos pasajes de este blog los escribo de esa manera. También uso Notion y el Word común, aunque lo más práctico es y seguirá siendo Google Docs, por los siglos de los siglos.

Pero no soy totalmente independiente del papel. Después de finalizar la escritura, no es raro que necesite imprimir lo escrito para leer y releer, marcar y remarcar, y caminar por los cuartos de la casa al compás simpático del lápiz mecánico al querer sacarle mina.

Me encanta el olor del papel. Pero la escritura a mano no se la recomiendo a nadie: te desnuda, te deja en pelotas.

Ayer, para postular uno de esos 6 cuentos, se me exigía que escribiera a mano una declaración jurada de autoría y responsabilidad. Nunca tuve tanto miedo en mi vida. La idea del cuento estaba buena y me gustaba como quedó escrito, pero el hecho de que el jurado vea mi letra manuscrita me hizo entrar en pánico. Temí que mi letra revelara al imberbe que se esconde tras bambalinas. Que se dieran cuenta de que un tipo con semejante caligrafía no es capaz de hilvanar más de 10 palabras coherentes. Sentí miedo y sentí vergüenza. Pero lo hice; y para hundir más el cuchillo, escribí cuatro o cinco párrafos más, en un intento de exorcismo que me libre súbitamente de aquella intolerable creencia.

Y fue agradable volver a escribir a mano, usar papel y grafito, desbordar emociones a la antigua. Pero no soy como el entrevistado que cree que estamos perdiendo algo. Los tiempos cambian y nosotros también. Me encanta el "Nostalgias" de Cadícamo, cantado por Hugo del Carril, pero ojo muchachos, el pasado es una herrumbre que se adhiere a los detalles.

Adieu!

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