Ideas para pensar mejor

 Pensé que este finde XL iba a pasarlo adelantando escritura del libro de ajedrez en el que vengo trabajando hace diez meses, pero no, apenas si pude dedicarme a pensar un poco. Y es que con la práctica vas viendo que antes de encarar una buena escritura, es necesario buscar un buen pensamiento. Esta idea puede parecer evidente, pero en esta era de producción rápida y constante, es fácil olvidarla. Estamos atrapados en un ciclo de contenido efímero, donde la presión de la inmediatez reemplaza la profundidad del pensamiento.

Pero además de cancherear, ¿qué quiero decir con esto de "buen pensamiento"?

Me acuerdo que, una vez, mientras cursaba la licenciatura en composición musical, para aprobar una materia nos pidieron un ejercicio que consistía en una pieza que integrara elementos de música clásica y jazz contemporáneo. La consigna parecía directa: tenía que investigar, analizar las obras y componer mi pieza. Sin embargo, cuanto más estudiaba las estructuras y armonías, más complejo y enmarañado se volvía el tema. Mis notas se acumulaban en pilas desordenadas de acordes, progresiones y ritmos. No podía organizar una sola línea melódica coherente.


Así que hablé con un pianista y gran amigo (de ese entonces) Sebastián Ruiz, con la esperanza de que me tirara algún trucazo para organizar mis pensamientos. En lugar de eso, me invitó a improvisar juntos con los instrumentos de la sala de ensayos. Mientras tocábamos, me dijo: "tomate tu tiempo, dejá reposar el trabajo. No pienses en la composición; solo tocá y relajate”. Al principio, me pareció un consejo flojito dado que no contaba con muchos días para la entrega del ejercicio... ¿Cómo podría dejarlo reposar cuando el plazo se acercaba?


Pero durante los días siguientes hice lo que él me sugirió. Dejé de lado mis notas y, en cambio, me dediqué a revisar ejercicios viejos de música clásica y otros de fusión, a zapar intuitivamente y sin presión, y a escuchar música sin intentar analizarla. Y así lentamente, casi sin darme cuenta, algo comenzó a cambiar. Las ideas musicales que antes eran un caos empezaron a encontrar su lugar. Las melodías y armonías comenzaron a formarse de manera orgánica en mi mente.


La tarde del siguiente domingo, mientras escuchaba unas grabaciones viejas de jazz en mi habitación, todo encajó. De repente, vi con claridad las conexiones que antes se me escapaban. Fue como si todas las piezas del rompecabezas se hubieran colocado solas. Volví a mi cuaderno pero esta vez con una dirección más clara. El ejercicio musical, que antes parecía imposible de estructurar, fluyó sobre los pentagramas con poquísimo esfuerzo.


Nunca fui bueno para la composición musical. De hecho, jamás pude componer algo realmente digno de ser publicado, pero al menos esa experiencia me enseñó algo clave sobre el proceso creativo: la importancia de la digestión y la descomposición. Así como la naturaleza necesita tiempo para convertir la materia orgánica en suelo fértil, nuestra mente necesita tiempo para procesar, asimilar y reorganizar las ideas. No es solo una cuestión de recopilar información y plasmarla en el papel. Es un proceso que requiere paciencia, introspección y, a veces, una aparente inactividad.


Cuando pienso en el "buen pensamiento", pienso en la paciencia y el respeto por el proceso. No se trata solo de llenar páginas con palabras, sino de permitir que las ideas maduren, fermenten y se transformen en algo más profundo y significativo. Es como un jugador de ajedrez que mira el tablero, anticipa movimientos y espera el momento adecuado para hacer su jugada, sabiendo que la verdadera estrategia toma tiempo.


En mi práctica diaria de escritura, trato de recordar esta lección. Antes de sentarme a escribir, me tomo un momento para despejar mi mente, para dejar que las ideas floten sin forzarlas. A veces, esto significa alejarme del escritorio, ir a acariciar un rato al perro, o simplemente quedarme parado como una estatua al lado de la estufa. Me funciona como un recordatorio de que la calidad del pensamiento siempre precede a la calidad de la acción.



Adieu!


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