Las ideas y el deseo

 El cielo seguirá siendo azul, como se espera. El césped continuará creciendo sobre la superficie de la tierra, como se espera. También se espera que el sol siga saliendo y que la salud y la enfermedad continúen alternándose en el péndulo de la naturaleza humana. ¿Puede haber alguien crea que las cosas podrían ser de otra manera? 

Muchos.


Suponte que alguien tiene una idea y no puede expresarla. Si lo consigue, otro se opondrá, y esa fricción podría causar un montón de situaciones, de posibilidades. Pero si nadie lo escucha ni nadie se opone, la cosa igualmente dicha estará, y ese pequeño gesto quizás resulte el punto de inflexión que rija sus próximos años de vida. 


El poeta une algunas palabras y, entre otras cosas, hace arte, se expresa, se revela. De la misma manera, un actor empieza a recitar un texto memorizado. Hace gestos aprendidos en algún taller. Se compra un outfit más o menos de moda, se corta el pelo y se peina como una cebolla, se saca fotos haciendo pucheros, difunde su imagen lo más posible y se inscribe en uno de esos laboratorios que seleccionan talentos. Repite esto decenas de veces hasta que, tal vez, logre superar la fase de la "declamación" y consiga “decir” lo que vino a este mundo a decir. 


No es que quiera enredarme en metafísica, lo que digo es que debemos recordar que hay una diferencia abismal entre hablar y decir, así como hay una diferencia abismal entre mirar y ver, o entre oír y escuchar. Darse cuenta de esa diferencia es lo que realmente otorga calidad a la vida de las personas. Y solo se consigue leyendo, escribiendo y conversando, leyendo, escribiendo y conversando. 


La repetición es todo, o casi todo. En ella, los detalles y matices se manifiestan y colaboran en la construcción de lo que se quiere, de lo que se desea. Y eso es lo que mueve al mundo: el deseo. Primo rico de la voluntad, rey absoluto que no puede ser vencido; no hay Excalibur que no pueda extraer de una piedra mágica, icónica o arquetípica y, así, manipular a su antojo sus propios designios y los de toda la humanidad. 


Si la palabra no se dice, la idea y el deseo seguirán ahí, esperando, calladitos. 


Hay unos que sienten, piensan o desean, pero no pueden decirlo, y por eso corren maratones, crían hijos, o van a la cancha a ver correr a otras personas. Otros se pasan el día recetando anteojos o amalgamando caries con tal de no decir lo que sienten; por no hacerse cargo de lo que debieron haber dicho hace mucho tiempo. Yo esta noche estoy acá, sentado, con ganas de decir escribir pero sin decir nada. Sin embargo -perseverante- ahí está él, de nuevo, impávido... el deseo. 


Así que lo intento, lo repito, insisto; para que quizás, y sólo quizás, algún otro día lo logre.


Adieu!


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