Doña Prudencia, la providente

 Sin duda, la prudencia es una virtud. Como dice el dicho Ashanti, “nadie prueba la profundidad de un río con ambos pies”. La prudencia es un concepto clave en relación a lo que llamamos “una vida bien vivida”. Tiene la misma raíz que “providencia” (prudentia y providentia son sinónimos en latín) pero en español los significados son distintos. 


Y ser providente, en un sentido no religioso, es estar bien provisto gracias a la propia previsión frente a las necesidades y tentaciones de la vida. Se relaciona, por ende, al estado material de la persona prudente. 


La prudencia es una cuestión de carácter; ser prudente es ser cuidadoso, cauto, astuto; significa frenar la lengua, ser frugal con los recursos propios, evitar riesgos, mantener una reserva, pensar con vistas al futuro, prepararse. 


Los opuestos de la prudencia (atropellamiento, asedio, apuro) hacen la vida infinitamente más difícil de ser vivida.


Vivir con discreción y previsión es vivir (como recomienda Aristóteles en su descripción del Buen Vivir) gobernado por la razón. Su ideal era el hombre que siempre busca “el justo medio” en toda circunstancia: el coraje, por ejemplo, es el justo medio entre la cobardía y el atropellamiento, como la generosidad es el justo medio entre la avaricia y el derroche. 


Pero el justo medio aristotélico es, de acuerdo a lo que busqué en internet, medio en todo sentido: de edad promedio, mediocre, conservador, moral y emocionalmente insulso. Robert L. Stevenson decía: “Tan pronto como la prudencia comienza a desarrollarse en el cerebro, como un hongo depresivo, se manifiesta primeramente por una parálisis de los actos generosos”. 


Esto me lleva a pensar que la prudencia, muchas veces, podría incluso bloquear el camino del progreso. En cambio la acción atrevida, aventurada, riesgosa, la respuesta pronta, la impulsividad, incluso el asumir riesgos, son lo que lleva a algunas personas a crecer tanto. 


Pero como pasa casi siempre, el conflicto sobre esto es debatible. El impulso no es necesariamente imprudencia, ni una vida full reflexiva prescinde de las emociones y los instintos. 


Felipe y yo somos grandes admiradores de Bear Grylls, el loco ese que tiene un programa en Discovery Channel; que come tarántulas vivas, caza jabalíes con un alfiler y le patea las bolas a cuanto orangután se le cruce en el camino, pero amarra bien su canoa antes de acampar para pasar la noche.


Adieu!



Posdata: si querés leer un poco más, a partir de ahora voy a actualizar los días Lunes.

Para seguir leyendo...

Ideas para sacarle la ficha a alguien

El valor real de las cosas

Solitud

Ideas para participar de un concurso

El salto

Ideas para pensar mejor