Flamante

 Camino por calles que me son familiares y creo ser huésped de una ciudad de la que todo ignoro. Los frentes de las casas, las puertas, los árboles y los cables que cruzan las calles componen una realidad que desconocía. 

Aunque todo permanezca igual a sí mismo -me digo- el tiempo es otro, yo soy otro.

Pero también el mundo externo, siquiera levemente, ha cambiado. Según la hora, la temperatura, la quietud o la agitación del aire y la mayor o menor soledad de las calles, los barrios por donde paseo me parecen nuevos y sorprendentes. Ellos tampoco parecen reconocerme...  como si nunca nos hubiésemos visto.

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