Entradas

Ideas para abrir la puerta correcta

Últimamente vengo hablando con mucha gente nueva: reuniones, proyectos, mesas largas donde aparecen historias y formas de ser que no conocía. Y en medio de todo eso, sin buscarlo, me volvió a la cabeza un cuento que leí hace años: La dama o el tigre. No recuerdo cuándo lo leí ni por qué, pero sí recuerdo lo que pensé. Un joven de la corte se enamora de la hija del rey. ¿Ella siente lo mismo? No está claro. El rey, medio bárbaro, lo mete en una arena con dos puertas: detrás de una hay una mujer con la que deberá casarse; detrás de la otra, un tigre hambriento. El joven mira a la princesa, ella le señala una puerta. Y vos quedás preguntándote quién va a aparecer. El cuento te obliga a pensar en la princesa: capaz de ser cruel, como su padre, pero también buena y sensible. De chico, yo estaba convencido de que salía el tigre. Sentía que esa respuesta mostraba que yo “entendía” cómo eran las personas, como si la naturaleza humana fuese inevitablemente dura. En la secundaria nos preguntaron...

La suma de los demás

  Muchos de mis gestos no nacieron conmigo, se me fueron pegando sin darme cuenta. No registramos cuánto de lo que somos está hecho de otros. La forma en que sostengo el mate, por ejemplo, viene de un jefe que tuve hace años, cuyo ritual observaba cada mañana con una atención casi devota. Y esa costumbre de subrayar palabras sueltas y no frases completas nació de mi profe de guion cinematográfico a quien admiré por su velocidad para analizar los textos.  Incluso esta risa más libre que tengo ahora viene probablemente del día en que un maestro de la escuelita me mostró que reír fuerte no era exagerado. Y cuando uno se anima, suele liberar a los demás también. No somos del todo nuestros. Somos una mezcla rara de quienes nos amaron, nos hirieron o simplemente caminaron cerca por un tramo.  Siempre me acuerdo de una profesora que insistía en que yo podía más. A veces me dan ganas de volver a la facu para contarle que no pude más, pero que igualmente tuve una vida feliz. Tambi...

Ideas para conectar con propósito

Si todavía no lo advertiste, todo este último tiempo estuve tratando de generar vínculos más profundos y ampliar mi círculo social. Y te digo la verdad… no es nada fácil. No recuerdo haber participado en tantas reuniones desde hace mucho. En pocos días me encontré en charlas sobre desarrollo, rondas de networking con gente del sector inmobiliario y un meeting sobre financiamiento para proyectos. Lo disfruté, aunque por momentos no sabía si realmente estaba conectando con alguien o simplemente cumpliendo con el ritual de intercambiar tarjetas. Tal vez eso también sea conectar, todavía lo estoy procesando. De a poco me voy llevando mejor con mi ansiedad social y me siento más cómodo con la charla casual. Cuesta creer que me cueste tanto, considerando que hablo con gente todo el tiempo por trabajo. Pero la ansiedad social es brava, y hay algo en el hecho de interactuar desde una pantalla que lo hace todo más fácil. Igual quiero más que eso. Quiero animarme a ser más completo, a no dejar q...

Lo que nadie puede darte

Cuando dejás que otros definan tu valor, les das el poder de quitártelo. Un elogio te hace sentir visto, una crítica te desarma, un logro te llena de orgullo y un tropiezo te hace dudar de todo. Vivís reaccionando, no desde una confianza real en vos mismo. Empezás a moldear tu vida según cómo creés que te perciben, en lugar de cómo realmente se siente vivirla. Buscamos validación en desconocidos, en números, en títulos, en “me gusta”, esperando que confirmen lo que nos cuesta creer: que valemos, que somos capaces, que alcanzamos. Y por un rato, cuando llega el reconocimiento, parece que sí… pero nunca dura. Todo lo que se apoya en la aprobación externa necesita mantenimiento constante. Te la pasás buscando más, persiguiendo el próximo “sí” y temiendo el próximo “no”. Cuando tu autoestima depende de lo que piensen los demás, quedás a merced de sus opiniones. Te transformás en lo que ellos necesitan que seas y te alejás de quien sos. En el intento de gustarle a todos, terminás perdiéndot...

Ideas para agudizar el olfato

No era cítrico, ni cálido, ni floral. Tampoco tenía nada del lavanda que siempre me gustó. No me gustaba mucho ese olor. Era algo fuerte, denso, medio arrogante. Como esos perfumes que se quedan flotando en el aire mucho después de que la persona se va, como si quisieran seguir hablando cuando ya no hay nadie escuchando. Olía a alguien que necesitaba que lo notaran, aunque no supiera cómo hacerlo. Y ahora lo busco. No exactamente ese, pero algo parecido. Algo que me haga sentir que el aire vuelve a tener historia. A veces lo encuentro de golpe en los lugares más raros: en la ropa limpia, en el vapor de una olla, en un perfume barato, o en la mezcla entre jabón y humedad de un día de lluvia. Y me quedo quieto, respirando apenas, como si con eso pudiera atrapar algo que no quiero perder. No es nostalgia así nomás. Es más físico, más profundo. Es el cuerpo recordando algo que mi cerebro se niega a olvidar. Ese olor se me aparece en la gente que pasa por la calle, en un estante del súper, ...

Ideas para aprender a existir

  A veces siento que soy un rejunte de cosas inconexas. Como si cada parte de mí la hubieran moldeado otras personas, con sus propias reglas, expectativas y su idea de lo que está “bien” y de lo que “vale la pena”. La mayor parte de mi vida me sentí como un extraño dentro de mi propia piel. Porque… ¿cómo explicás no conocer el límite de tus propios miedos, de tus sueños, de tus gustos? ¿Cómo explicás quedarte callado cuando te preguntan “¿qué te gusta?” y darte cuenta de que no tenés una única respuesta que te identifique? La fascinación me dispersa. Ni siquiera puedo decir cuál es mi comida favorita sin pensar en cómo va a sonar. Suena una boludez, pero me recuerda lo desconectado que a veces estoy de mí mismo —como si todo en mí fuera aprendido, ensayado, como una frase que me sé de memoria pero que nunca terminé de entender. Es como si hubiera pasado toda mi vida actuando una versión de mí que fuera más fácil de aceptar para los demás. Me dijeron qué era el éxito, qué sueños val...